¡Vamos a hacer barro! Eso me decía mi abuela Carmen cuando era tan pequeña que la mesa quedaba a la altura de mi nariz... entonces mi abuela sacaba el pedazo de arcilla que guardaba envuelto en un paño húmedo en el verdulero, detrás de la puerta de la cocina, y pásabamos horas haciendo mariquitas de barro de todos los tamaños… se me hacia eterna la espera a que se secaran para poder pintarlas…